Jones parte de la estigmatización que se hace de los denominados chavs, expresión despectiva que equivaldría a nuestros canis y chonis, y que se ha convertido en cómoda etiqueta en manos de políticos y medios de comunicación. Un cartelito identificador que colocar sobre cualquier colectivo que convenga: madres solteras, beneficiarios de ayudas sociales, parados de larga duración… desfavorecidos en general, cuya situación se atribuye de manera interesada a la falta de iniciativa personal, antes que a cualquier otra causa que pueda tener. De ese modo, tampoco se investiga el origen de esas causas... lo cual resulta de lo más conveniente.
La clase privilegiada mezcla churras con merinas en su propio interés, y por el camino arrasa con todo. Exacerba la inquina hacia los inmigrantes (ya sabes, que vienen a quitarnos el pan, y eso), ayuda a la desintegración del poder sindical (enfrentando a los trabajadores entre sí), crucifica en los medios de comunicación a las gentes más desfavorecidas (amplificando ínfimos fraudes en ayudas sociales mientras ignora monumentales desfalcos en impuestos impagados por multinacionales, por ejemplo) y apoya, con sus políticas desreguladoras, a quien más tiene frente a quien tiene poco o nada. En este empeño, Jones coloca tanto a conservadores como a los neolaboristas de Tony Blair. Ya no importa el color político, porque siempre pagan (pagamos) los mismos.
La generalización, dice Jones, esconde a duras penas los prejuicios de clase, de una clase privilegiada que está en el poder y tiene múltiples instrumentos para mantenerse en él, y acumular ingentes cantidades de dinero mientras predica las bondades de la repugnante ideología neoliberal que tan bien conocemos en el Occidente civilizado de los primeros años de este siglo XXI. ¿Te suena de algo? No me extraña.
Jones pone de manifiesto los efectos perniciosos que la aplicación a ultranza de las máximas de la política de la recientemente fallecida (por fin) Margaret Thatcher ha provocado en la Gran Bretaña de hoy, y por extensión también en Europa; una polarización de la sociedad entre ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres y con menos esperanzas. Y lo hace de manera certera, razonada y con cifras y ejemplos más que suficientes que demuestran su tesis, algunos realmente sangrantes.
En resumen: imprescindible.
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